[caption id="attachment_126" align="alignleft" width="120"] Dietrich Schwanitz, escritor alemán[/caption]
"El lenguaje ha de sernos tan familiar como nuestra propia vivienda o nuestra propia casa, cuyas habitaciones no necesitamos utilizar constantemente. El sótano de la jerga, el lavadero del desbordamiento emocional y el recinto destinado a la instalación de la calefacción, que alberga la pasión, no los frecuentamos tanto como el comedor del lenguaje coloquial, la habitación de la conversación íntima y la salita de estar en la que hacemos vida social. Lo mismo cabe decir de la buhardilla del lenguaje técnico y de la grandilocuencia, así como de la habitación de invitados, en la que hablamos un lenguaje elevado repleto de extranjerismos. Pero todas las habitaciones y todas las plantas de la casa del lenguaje deben resultarnos accesibles; hemos de poder movernos en ellas con familiaridad y facilidad, incluso con la seguridad de un sonámbulo".
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[caption id="attachment_127" align="alignright" width="100"] Carlos Liscano, escritor uruguayo[/caption]
"El respeto por el lenguaje rudimentario, de adjetivos únicos, tics, clichés, no es un favor que se le hace al hablante que lo posee como única variante de expresión. El lenguaje pobre, y su defensa, su culto, consagra y remacha las injusticias sociales y económicas. [...] La libertad individual depende mucho de la competencia (y la incompetencia) lingüística. Vivir en un mundo que uno no es capaz de nombrar es estar condenado a la esclavitud ante las cosas, las noticias, y, sobre todo, ante hablantes con un idioma desarrollado. [...] La indiferencia, el rechazo y hasta la hostilidad por el lenguaje complejo, matizado, flexible, se presentan a veces como forma de luchar contra el poder. De prosperar esta ‘escuela’ es seguro que se estaría condenando a los más débiles a nunca compartir el poder."
"El lenguaje ha de sernos tan familiar como nuestra propia vivienda o nuestra propia casa, cuyas habitaciones no necesitamos utilizar constantemente. El sótano de la jerga, el lavadero del desbordamiento emocional y el recinto destinado a la instalación de la calefacción, que alberga la pasión, no los frecuentamos tanto como el comedor del lenguaje coloquial, la habitación de la conversación íntima y la salita de estar en la que hacemos vida social. Lo mismo cabe decir de la buhardilla del lenguaje técnico y de la grandilocuencia, así como de la habitación de invitados, en la que hablamos un lenguaje elevado repleto de extranjerismos. Pero todas las habitaciones y todas las plantas de la casa del lenguaje deben resultarnos accesibles; hemos de poder movernos en ellas con familiaridad y facilidad, incluso con la seguridad de un sonámbulo".
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[caption id="attachment_127" align="alignright" width="100"] Carlos Liscano, escritor uruguayo[/caption]
"El respeto por el lenguaje rudimentario, de adjetivos únicos, tics, clichés, no es un favor que se le hace al hablante que lo posee como única variante de expresión. El lenguaje pobre, y su defensa, su culto, consagra y remacha las injusticias sociales y económicas. [...] La libertad individual depende mucho de la competencia (y la incompetencia) lingüística. Vivir en un mundo que uno no es capaz de nombrar es estar condenado a la esclavitud ante las cosas, las noticias, y, sobre todo, ante hablantes con un idioma desarrollado. [...] La indiferencia, el rechazo y hasta la hostilidad por el lenguaje complejo, matizado, flexible, se presentan a veces como forma de luchar contra el poder. De prosperar esta ‘escuela’ es seguro que se estaría condenando a los más débiles a nunca compartir el poder."